Las historias ocultas de un país parco
Si bien la “Noche de Brujas” es una tradición que a muchos recuerda series y películas estadounidenses -dejando la sensación de estar frente a una celebración impuesta por la cultura expansiva del hemisferio Norte- lo cierto es que Chile también posee un fuerte vínculo con el “mundo oscuro” y la magia. Aquí, un breve acercamiento al pasado y presente de la relación entre nuestra cultura, lugares y personajes, con el esoterismo.
Según cuenta el sociólogo Ernesto Rojo, en nuestro país siempre ha existido un mundo esotérico, observable en las expresiones cotidianas más comunes. Más de algunos de los lectores recordará experiencias de la niñez, cuando -casi siempre las mujeres- en la familia invitaban a la casa a alguien -quien también casi siempre era del género femenino- para que leyera el Tarot o, sin ir más lejos, alguien habrá tenido el placer de escuchar aquellas típicas interpretaciones de los sueños que las abuelas realizan con implacable seguridad.
“Basta pensar en libros como La Casa de los Espíritus” para caer en cuenta que nuestra cultura mantiene un vínculo importante con la espiritualidad y el misticismo”, dice. Sin embargo, no todas estas prácticas son inofensivas. El sociólogo asegura que, “hoy en día, Chile es uno de los países con más altos índices de magia negra”.
Lo anterior resulta al menos curioso para un país donde la mayoría de la población se reconoce cristiana y donde pocos se pronuncian públicamente respecto a temas que sobrepasan las barreras de lo racional. Para Rojo, esta gran corriente de magia negra en nuestro país “no es sorprendente”.
Como en muchas otras áreas, “en Chile existe un doble estándar terrible”. Lo anterior se explica por “una cultura de dictadura, donde todavía hoy existe mucha opresión y represión, por lo que las personas buscan otras formas acceder al poder, y la magia negra es una de esas maneras”, dice.
De esta manera, no es extraño que en el territorio nacional existan distintos y secretos grupos que se encargan de hacer “trabajitos” para lograr acceder a puestos políticos, empresariales u encargarse de que alguien se aleje de los objetivos que uno persigue; además de los siempre populares conjuros de amor.
Por otro lado, en Chile históricamente han existido lugares que destacan en cuanto a la realización de brujerías y maleficios. Algunos de ellos son Chiloé, Talagante y Salamanca. La última, ciudad ubicada en la región de Coquimbo, cuyo nombre ya nos remonta al mundo místico.
CIUDADES BRUJAS
Según cuenta la leyenda hispanoamericana, se le llama salamanca a un lugar secreto y subterráneo donde brujas y demonios realizan aquelarres para planificar sus próximas acciones. Sólo puede entrar quien conoce la palabra que hace visible la cueva y, en su interior, el primerizo debe pasar por una serie de pruebas iniciáticas que consisten en combates con distintos seres mitológicos para, finalmente, poder acceder a la enseñanza de ciertas artes oscuras; tales como aprender el idioma de los animales, volar o manejar la voluntad de otros.
Esta historia desciende de la leyenda europea “La Cueva de Salamanca”, la cual habla de un enclave en la ciudad Salamanca, de España, donde supuestamente el Diablo impartiría clases de nigromancia (adivinación mediante los muertos). Actualmente se dice que esta cueva se encuentra en lo que fue la cripta de la Iglesia San Cebrián
De todos modos, los libros de historia oficial indican que la localidad de la Cuarta Región de nuestro país lleva su nombre a causa de Matilde Javiera Salamanca y Zabala, mujer que fue la propietaria de la hacienda donde, en 1884, se fundara la ciudad.
Pero las historias de brujas y magia negra son muy conocidas por las personas del sector. Muchos salamanquinos recomiendan que si se va a visitar la ciudad, se trate “amablemente” a todos, por si acaso. También, esta misteriosa fama se ha utilizado para generar turismo con eventos como “El Festival de las Brujas” que se celebra todos los años en febrero, con la participación de diversos artistas nacionales.
Por su parte, Talagante (comuna ubicada en la Región Metropolitana) significa en quechua “lazo del hechicero” y, a sabiendas o no de la etimología de la palabra, muchas personas relacionan esta ciudad con brujerías. El nombre también deriva de uno de los fundadores de la ciudad: el cacique Tala Canta Ilabe, a quien posteriormente los españoles denominaron simplemente Talagante.
De acuerdo a la publicación “ El diablo venía desde Peñaflor hasta Talagante en carretela muy elegante” (1978), de la antropóloga chilena María Eugenia Solari, “los orígenes de creencias y leyendas de Talagante como pueblo de brujos remontarían a la época en que los descendientes del encomendero Flores (brazo derecho de Tala Canta Ilabe) se vinculan por lazos matrimoniales con las familias Lisperguer y De los Ríos, perteneciendo a esta última, Catalina De los Ríos, la famosa Quintrala, que es considerada dentro de las creencias populares como una de las primeras brujas criollas”
Esta mujer, además de realizar magia negra, torturaba hasta la muerte a sus esclavos. Tal como la historia familiar la condujo -su abuela y su madre fueron acusadas de al menos tres asesinatos cada una- se cuenta que tenía un pacto con el diablo, por el cual realizaba estos actos sanguinarios y despiadados.
Así, se cree que en Talagante se desarrollaron los brujos más potentes. Incluso se habla de que Pedro de Valdivia visitaba hechiceros de este lugar para que le realizaran mántica o adivinación del futuro.
Por último, se dice que Chiloé es zona mágica por excelencia. Su mitología guarda relatos y creencias que hasta hoy le otorgan un entorno místico, entre sus bosques y cielos oscuros. No es casual que en 1880, en el Juzgado de Ancud, se realizara el “proceso a los brujos de Chiloé”, por orden de la intendencia de la Isla. En esa ocasión, decenas de personas confesaron participar de la llamada Recta Provincia, una secta que existía para dañar o curar a otras personas mediante conjuros y tratos con el Diablo.
CONTRA LA RACIONALIDAD
Es interesante destacar que las tres ciudades que hemos mencionado, coexisten en un sincretismo cultural que viene tanto de Europa como de la América precolombina. En este sentido, tanto el nombre de Salamanca extraído de una leyenda española, como algunos mitos chilotes con raíces en el mapudungun -como el Invunche o el Caleuche- demuestran que las creencias populares son propias de una cultura donde conviven distintas miradas del mundo.
En todo caso, la magia no ha sido siempre sinónimo de terror y angustia. Como en la mayoría de las creencias espirituales, la tensión entre el bien y el mal también está presente en el esoterismo. Por ejemplo, la figura mapuche de la machi o protectora, se debe diferenciar absolutamente de la kalku o persona que practica el mal, similar a lo que se entiende por bruja. Las machis combaten a las kalkus. A pesar de tener un poder similar, la machi representa el negchen (bien) y las kalkus, el weküfe (mal).
Para comprender de lo que se habla cuando nos referimos a “magia”, se debe partir por decir que, para que ésta adquiera sentido, es necesaria una cosmovisión de mundo y del ser humano diferente a la preponderante. Actualmente, el pensamiento que predomina es la racionalidad y todo lo que parezca alejado de ésta, resulta ser inverosímil o insignificante.
De esta manera, la importancia de todo este mundo mágico, radica quizás en la capacidad que cada uno tenga de comprender otras cosmovisiones que no estén relacionadas necesariamente con las creencias occidentalizadas.
Siguiendo los postulados de Carlos Pérez Soto-docente de epistemología y física en Universidad Arcis, Diego Portales y Universidad de Chile- debemos ampliar la forma de aprehender el mundo, ya que actualmente se “asume que la ciencia es saber” y nada más. De acuerdo a sus estudios, uno de los primeros métodos que utilizó la humanidad para entender el Universo fue la magia (seguido de los mitos, la fe y la razón), por lo que no estaría de más reflexionar más seguido al respecto.
Por Mijaíla Brkovic Leighton
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