domingo, 28 de noviembre de 2010

¿LAS BIBLIOTECAS ATRAEN FANTASMAS?

 Espirituados y fantasmas en la Biblioteca Nacional de Chile


Los hay de todas formas y muchos no tienen forma, algunos son traviesos y juguetones, algunos tenebrosos y peligrosos; pero lo mas curioso es que tienen debilidad por la bibliotecas.

Son múltiples las historias de fantasmas en las bibliotecas, ¿será que tienen algún gusto predilecto por permanecer entre los libros?

No sabemos a ciencia cierta por qué muchos de estos lugares se llenan de fantasmas. En efecto tanto bibliotecarios, narradores de historias y folclore, como también los cuentistas, han documentado múltiples historias sobre el tema.

“Tenemos varios compañeros que no solamente han sentido la presencia de espíritus, sino que incluso les prenden las máquinas, las computadoras pese a que están desconectadas de la electricidad”, comentó María Abigail González Ojeda.

María contó en una entrevista a la BBC sobre los extraños fenómenos que se presentan en la biblioteca universitaria de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en Morelia. La Universidad mexicana, fundada en 1874, funciona en lo que fuera un antiguo convento de la Compañía de Jesús.
El vigilante de esta biblioteca contó que vio sombras que salían del área del coro y cuando un par de chicos tomaron una foto a la puerta principal del recinto, después del revelado se sorprendieron al ver en ésta una monja y un fraile.

Socorro Ledezma, quien trabajaba en servicios al públicos, no aguantó mucho y renunció. Un día estando en uno de los mostradores sintió como le soplaban al oído y unas manos que recorrían su cuerpo.
Muchos fantasmas son famosos, tales como el Espectro Azul, que vive desde el siglo XVII en la Biblioteca del Castillo de Arundel en Inglaterra, o la Dama de Blanco, en la Biblioteca de la Universidad de la Columbia Británica, en Canadá. También se destaca la joven de la Biblioteca de KuKoboi, en la región rusa de Yaroslavi.

“Cuando se tienen libros así, como manuscritos, pergaminos y libros raros que tratan temas tan delicados como la Inquisición o temas sumamente ocultos, uno no deja de percibir ciertas cosas, sensaciones extrañas que te erizan la piel, y uno sabe que se está comunicando con algo más allá de lo ordinario, de lo rutinario”. comentó Gabriel Saldivia, Jefe de la División de Libros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Nacional de Venezuela.
Las bibliotecas son centros de cultura que conectan al pasado, lo cual “supera el entendimiento y escapa a cualquier lógica y raciocinio”, señaló BBC Mundo.
“Los fantasmas son fenómenos ajenos a todo conocimiento científico actual que se pueda comprobar y palpar”.

En la Biblioteca Nacional de Chile

A la Biblioteca Nacional no sólo llega gente a buscar información o a leer libros. Una de las construcciones más antiguas de Santiago es visitada por personas que han dejado asuntos pendientes: los fantasmas merodean en los pasillos de la Biblioteca. Aquí, algunas de estas escalofriantes historias.
Monjas que se pasean por el edificio, voces y risas que se escuchan en los distintos salones, y funcionarios que vuelven al lugar. Todo esto ocurre en la Biblioteca Nacional, pero no en los libros que hay en ésta, sino que en los mismos pasillos. Suena normal, pero ¿qué pasaría si dijeran que todo esto es producto de personas que están muertas?

La historia comienza así. Este edificio tiene más de cien años. Pero para sorpresa de muchos, la Biblioteca no estuvo siempre en este lugar. A comienzos del siglo XIX, específicamente en el año 1813, Bernardo O´Higgins fundó la Biblioteca Nacional en la Universidad de San Felipe, que actualmente es el Teatro Municipal. Debido al desastre de Rancagua, tuvieron que cerrar sus puertas y reabrirlas en febrero de 1817, cuando Chile recuperó su independencia. Después de esto, sus puertas nunca más se cerraron. Antes de ubicarse para siempre entre las calles Alameda, Mac Iver , Miraflores y Moneda, la Biblioteca Nacional pasó por el edificio de la Intendencia y por el antiguo Congreso Nacional (en calle Bandera). Pero la antigua edificación no fue construida para ese fin. Años antes estuvo en manos del convento de la Orden de Santa
Clara, más conocida como las monjas Clarisas.

Gracias a estas religiosas las historias de fantasmas han tomado vida. Esto se debe a que en los cimientos del edificio estaba el cementerio de esta Orden, en el cual enterraban a las monjas y a los “angelitos”, como antiguamente la gente llamaba a los niños que morían. Pero no sólo los angelitos eran enterrados aquí. La historia cuenta que los curas de la Iglesia de San Francisco de Asís, que está ubicada en la Alameda con la calle del mismo nombre de la Iglesia, pero en diagonal a la Biblioteca, tenían túneles subterráneos, por los cuales se pasaban hacía el convento de las Clarisas, y llegaban al cerro Santa Lucía con las monjas. Luego de estas escapadas secretas, las religiosas que resultaban embarazadas, enterraban a los recién nacidos o incluso a los fetos en este cementerio. Esto se descubrió cuando a comienzos de los años 80, se realizaban las excavaciones para la construcción del metro por la calle Mac Iver, los trabajadores encontraron osamentas humanas. Desde esos momentos las creencias se volvieron más fuertes.

Algunas de las apariciones de fantasmas la vivió Mauricio Castro, quien trabaja en el subterráneo de la Biblioteca, en la sección Catalogación. Él, al recordar esta historia lo hace con agrado; en realidad sus compañeros dicen que le gusta contar esto. Todo pasó en junio de 1991, alrededor de las 18:00. Mauricio estaba en un escritorio junto a una compañera terminando un trabajo, el resto, que eran unas 20 personas, se encontraban a menos de 100 metros del lugar donde estaba él. El escritorio en el cual se encontraban estaba al lado de una pared y una ventana. Mientras Mauricio escribía sintió que la voz de una mujer joven le decía suavemente: “Mauriiicioooo…”, él miró a su compañera y le preguntó si había sido ella, la cual le respondió que no, pero que también había escuchado esa suave voz. Mauricio agrega que la voz no la escuchó a su lado, sino que sintió que venía de atrás y abajo, desde el piso. Justo donde se encuentra el cementerio. Fueron los únicos que lo escucharon. “Mi compañera quedó pálida, a mi se me pararon los pelos. Quedamos helados”, recuerda Mauricio. Cuando fue a contarle a sus compañeros, ninguno le creyó. Agrega que luego de ese día nunca más le pasó algo así. Lo que sí reconoce es que el miedo le duró cerca de tres meses. Cuando le tocaba trabajar hasta más tarde, ponía la radio fuerte para no escuchar cosas raras. “Yo creo que quedé espirituado, porque después veía sombras que pasaban por detrás mío”, agrega Mauricio.
A Miguel Ángel Espinoza, que también trabaja en esa sección, hace alrededor de ocho años atrás le pasó algo similar. Él estaba con un compañero haciendo horas extras, y cerca de las 21:30 decidieron irse. Su compañero le preguntó si había apagado todo y él respondió que sí. Cuando iban a cerrar la puerta de la oficina sintieron que se había cerrado un cajón. Fueron a revisar, pero no había nada ni nadie. Se dirigieron a la puerta cuando volvieron a sentir el mismo ruido. Esta vez no se devolvieron, ni siquiera miraron para atrás. “Después de ese día trabajamos con todas las luces prendidas y con radio”, cuenta Miguel Ángel.

Curiosamente al frente de esa sección, en la SEACO han aparecido personas, mejor dicho sus espíritus. Esto le ocurrió a Mauricio Vásquez cuando entró a la sala de visitación de imprenta después de las 19:00 a hojear unos libros que se encontraban en el escritorio de la secretaria. En la silla de ella estaba sentada una persona con un delantal blanco, por lo menos eso parecía cuando Mauricio la vio al entrar. Pocos segundos después se dio cuenta que no era la secretaria sino que un fantasma que ya no estaba. Su compañero Luis Pueye recuerda que Mauricio llegó corriendo, desesperado, pálido. Al preguntarle que le había pasado, Mauricio le relató su encuentro. Luis fue a la oficina para ver si había alguien. No había nadie, pero le llamó la atención un detalle. “La secretaria siempre deja su delantal colgado detrás de la silla, pero ahora estaba estirado encima del escritorio. Con eso le creí altiro a mi compañero”, cuenta Luis. También agrega que en esa sección se caen los libros solos, se escuchan silbidos y a más de una persona se les han aparecido las “supuestas” monjitas. Hay que tener en cuenta que desde hace varios años los encargados de recibir a la gente que va a realizar trabajos de noche les advierten las cosas que suceden. Algunos creen, algunos no, pero la advertencia está hecha.

En invierno del 2004, Justo Alarcón, que trabaja en la sección Archivos del Escritor, del segundo piso de la Biblioteca, escribió un artículo sobre este tema en la revista “Patrimonio cultural”, nº 32. Este artículo lo realizó después de varias conversaciones que tenían lugar luego de las reuniones con otros funcionarios. A él nunca le ha pasado nada así, pero aprovechó esto para contarlo como anécdotas de la Biblioteca Nacional. Algunas de las historias que le contaron es la de un ex funcionario que trabajó toda la vida en la Biblioteca. Luego de jubilar siguió frecuentando estos pasillos, específicamente la Sección Referencia para terminar una investigación que nunca se supo de qué era. Lo característico de este hombre era que llegaba muy temprano a este lugar, antes de que la Biblioteca abriera sus puertas, por lo que esperaba pacientemente en las escaleras de la entrada por Moneda. Hace unos años murió, pero hay auxiliares que juran haberlo visto en varias ocasiones en las escaleras esperando a que abran las puertas.

Todas estas historias son lo bastante escalofriantes como para asustar a cualquiera, pero sin duda la peor de todas es la que vivió Eulogio Sandoval, hace alrededor de 15 años atrás. Él se encontraba con un compañero, Carlos Zamorano quien no creía en estos hechos, haciendo horas extras cerca de las 00:00. Iban pasando por el Salón Azul, que se llama así en homenaje a Rubén Darío y a su libro “Azul”, cuando comenzaron a sentir que el salón completo empezó a moverse con la intensidad de un temblor, a esto se le sumó el polvo que salía del piso y de las paredes. Se dieron vuelta para ver qué pasaba, y Eulogio recuerda que la sensación que sintió era como que venían hacia él caballos desbocados, que relinchaban y corrían. Miró a su compañero y comenzaron a correr. Al llegar al subterráneo, le preguntó a su amigo: “¿Ahora me crees que aquí penan?”, a lo que su amigo no dudó en responder que sí. Eulogio recuerda que nunca había sentido algo así y menos tanto susto. Volvieron al salón para ver si había rastro de polvo o algo que pudiera justificar lo que habían sentido, pero no había nada. Todo estaba en su lugar. Además de esa experiencia, recuerda una en especial que le ocurrió al ex administrador de la Biblioteca Nacional, que vivía en el cuarto piso del mismo edificio. El administrador, como de costumbre cerca de las 1:00 hacía una ronda general en todo el edificio. Esa noche no era la excepción, por lo que comenzó a caminar por los pasillos del segundo piso sólo con su linterna como compañía, cuando inesperadamente sintió que una mano lo tomaba del hombro. No una mano cualquiera, sino una helada, muy helada. Quedó paralizado, no recuerda cuanto tiempo y luego de un rato logró moverse nuevamente. “Después de eso nunca más volvió a hacer la ronda solo, quedó espirituado, como muchos” agrega Eulogio.

Fuente: lagranepoca.com/elparqueforestal.blogspot.com

miércoles, 24 de noviembre de 2010

ALGUNAS HISTORIAS DE CASAS ENCANTADAS EN SANTIAGO


El poder de las trenzas y los gatos

A los Villegas todo les comenzó con duendes. Las cosas se perdían inexplicablemente o cambiaban de lugar, y Matías, el menor de los hermanos, ya no podía cargar con las culpas de travesuras. El experimento para sorprender a los “maldadosos” consistió en soltar porotos en repisas y en las partes más altas de los muebles. A la mañana siguiente, los porotos desordenados amanecieron formando círculos y líneas perfectas.

Según un libro de ciencias ocultas la trampa era infalible, y el resultado era asimismo evidente: La casa estaba “llena de duendes”. Pero como en el texto no existía capítulo alguno destinado a las medidas para deshacerse de ellos, los Villegas siguieron su vida sin prestar mucha atención.

Años más tarde, la situación cambió. A la despedida de una nana descrita como “media loca” por los integrantes de la familia, eventos extraños volvieron a ocurrir. Las estructuras de la casa ubicada en Reina Victoria con Monseñor Edwards empezaron a ceder, y la lluvia los hizo presa fácil del invierno. Los problemas se acrecentaron de tal manera que el padre se enfermó y finalmente la familia perdió la propiedad.
Ruidos extraños, vasos que cambiaban de lugar y cadenas del baño que funcionaban solas resultaban comunes para el padre y los dos hijos mayores. Alexis, el jefe de hogar, recuerda en especial una ocasión en que se encontraba solo. Felipe, su hijo mayor, regresó cerca de la medianoche, abrió y cerró la reja, luego la puerta principal, dejó las llaves en un cenicero y subió las escaleras con un paso más pesado de lo normal. Al percatarse de que las luces de afuera seguían encendidas, Alexis le gritó a su hijo que bajara a apagarlas, pero nadie respondió. Otra vez, y nada. Cuando enojado fue a buscarlo notó que en realidad nadie había ingresado, y que aquellos ruidos que tan detalladamente llegaron a él, no habían sido provocados por persona alguna.

Tiempo después los Villegas descubrieron un singular moño de cabellos trenzados oculto en una maleta. Los sucesos los atribuyeron a brujería de la nana loca. Aún no dan con ella, y al parecer, no tienen ni la más mínima intención de ubicarla otra vez.

La casa de los Agliati, por su parte, está llena de gatos. En este caso Elga, una felina blanca y con problemas de sobrepeso es la que, al pasar más tiempo junto a su dueña, Bernardita, ha podido rastrear con cierta destreza algunas presencias. Cuando el televisor se apaga y se enciende solo, lo que puede resultar bastante aterrador después de un éxito de taquilla como fue la película “El aro”, cuando la luz se atenúa y alguien parece caminar e incluso detenerse y respirar detrás de Bernardita, Elga sigue la mirada del ser invisible, hasta que se pierde al otro lado de la puerta. Esto ocurre en aquella vivienda de Arturo Medina con Montenegro, donde la abuela de Bernardita crió a sus hijos “no de la manera más sana y cariñosa”.

“Creo que es el espíritu de la Ema (abuela), el que viene a molestar. Pero nadie más en mi casa lo percibe. Trato de no darle mucha importancia, si se prende la tele, la apago sin pensar en eso. Es mejor tratar de no preocuparse, para poder estar más tranquila”, sostiene Bernardita.

La antigua Escuela de Periodismo

A poco más de dos cuadras de Plaza Italia, en Belgrado 10, ó también conocida como calle José Carrasco Tapia, se encuentra la antigua Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. El edificio, que consta de tres casas de dos pisos, un subterráneo y disparejos tonos rosados, fue durante el régimen militar un cuartel de la Dirección de Inteligencia, DINA. La historia era suficiente como para que se tejieran sórdidos cuentos de espíritus y almas en pena, pero para don José Banderas, la realidad va más allá.

Por más de ocho años se desempeñó como cuidador de la casa de estudios, tanto en turnos diurnos como nocturnos. Era precisamente en estos últimos, cuando la ausencia de alumnos motivaba unas presencias poco amistosas. Todo comenzó mientras limpiaba el baño, y por el espejo observaba como un hombre caminaba detrás de él, con una silueta más transparente que sólida, hasta perderse al atravesar la pared.
“Ahí me asusté, pero después uno ya se acostumbraba a las cosas extrañas. Una vez era tarde, ya estaba todo cerrado, yo me estaba dando una vuelta y siento como alguien viene bajando la escalera mientras patea un tarro. Se sentían los pasos en la noche, la lata se escuchaba chocar con los escalones, el suelo, y caer hasta el subterráneo. Aunque el ruido pasaba junto a mí, no se veía nada, no había nadie”, asegura don José y lo hace en el nombre de Dios, la virgen y los santos.

Sabe que hay mucha gente que inventa historias, por eso él se respalda en las autoridades celestiales al relatar cada una de sus experiencias. Don José dejo el edificio de Belgrado y ahora custodia la entrada de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad.

El restaurante de La Quintrala

La Plaza de las Agustinas es un restaurante bastante concurrido al almuerzo. El estar ubicado en lugar tan céntrico como es Estado con Agustinas le permite ser destino habitual de los oficinistas del centro. A pesar de sus tonos rosados, amarillos y verdes, se aprecia un ambiente distinto, los colores no ayudan a paliar cierta sensación escalofriante.

¿Sugestión? Tal vez. Y no es tanto por estar empotrado en el subterráneo del edificio La Quintrala, sino que probablemente porque el nombre del inmueble no es casualidad. Aquel terreno era casa de Catalina de los Ríos y Lisperguer. Específicamente, correspondía a las caballerizas y al lugar en que dormían sus esclavos.

Víctor Arce lleva quince años desempeñándose como mozo, por lo que los hechos fuera de lo común se le han tornado tan cotidianos como la comida. “Más que ver cosas, acá lo que sucede es sentir, y ser testigo de sillas que caen de la nada, mesas que se corren solas o puertas de nuestros casilleros que se abren solas. Al principio igual me daba un poco de miedo, pero ya no”, relata.

El bodeguero Marcelo Sánchez  trabaja hace 20 años en el restorán y contó que el lugar fue construido sobre la caballeriza de la rica heredera de los valles de La Ligua y Longotoma. Según Sánchez, el sitio está repleto de ánimas que cada cierto tiempo apagan las luces, mueven las copas, gimen como si La Quintrala los azotara. ”Los entendidos dicen que acá La Quintrala mataba a los sirvientes con los que tenía intimidad. Por eso que hay almas que todavía no descansan y están presentes”, dijo.

Debido a su "pega" (trabajo)  el bodeguero debe almacenar productos hasta bien entrada la noche, por lo que ha sido testigo ene veces del fenómeno paranormal. “Son espíritus que mueven cosas o hacen ruidos. Son bien juguetones y a veces se siente que caminan, corren o hacen sonar un manojo de llaves”, agregó. La portera Rosita Aguilera  contó que una vez “sentí una mano que me empujaba la cabeza hacia abajo… y no había nadie. Me dio escalofríos. Casi me muero del espanto”.

Gentileza de: Josep de Santantoni

viernes, 19 de noviembre de 2010

¿MAGIA EN CHILE?


Las historias ocultas de un país parco

Si bien la “Noche de Brujas” es una tradición que a muchos recuerda series y películas estadounidenses -dejando la sensación de estar frente a una celebración impuesta por la cultura expansiva del hemisferio Norte- lo cierto es que Chile también posee un fuerte vínculo con el “mundo oscuro” y la magia. Aquí, un breve acercamiento al pasado y presente de la relación entre nuestra cultura, lugares y personajes, con el esoterismo.

Según cuenta el sociólogo Ernesto Rojo, en nuestro país siempre ha existido un mundo esotérico, observable en las expresiones cotidianas más comunes. Más de algunos de los lectores recordará experiencias de la niñez, cuando -casi siempre las mujeres- en la familia invitaban a la casa a alguien -quien también casi siempre era del género femenino- para que leyera el Tarot o, sin ir más lejos, alguien habrá tenido el placer de escuchar aquellas típicas interpretaciones de los sueños que las abuelas realizan con implacable seguridad.

“Basta pensar en libros como La Casa de los Espíritus” para caer en cuenta que nuestra cultura mantiene un vínculo importante con la espiritualidad y el misticismo”, dice. Sin embargo, no todas estas prácticas son inofensivas. El sociólogo asegura que, “hoy en día, Chile es uno de los países con más altos índices de magia negra”.

Lo anterior resulta al menos curioso para un país donde la mayoría de la población se reconoce cristiana y donde pocos se pronuncian públicamente respecto a temas que sobrepasan las barreras de lo racional. Para Rojo, esta gran corriente de magia negra en nuestro país “no es sorprendente”.

Como en muchas otras áreas, “en Chile existe un doble estándar terrible”. Lo anterior se explica por “una cultura de dictadura, donde todavía hoy existe mucha opresión y represión, por lo que las personas buscan otras formas acceder al poder, y la magia negra es una de esas maneras”, dice.

De esta manera, no es extraño que en el territorio nacional existan distintos y secretos grupos que se encargan de hacer “trabajitos” para lograr acceder a puestos políticos, empresariales u encargarse de que alguien se aleje de los objetivos que uno persigue; además de los siempre populares conjuros de amor.

Por otro lado, en Chile históricamente han existido lugares que destacan en cuanto a la realización de brujerías y maleficios. Algunos de ellos son Chiloé, Talagante y Salamanca. La última, ciudad ubicada en la región de Coquimbo, cuyo nombre ya nos remonta al mundo místico.

CIUDADES BRUJAS
Según cuenta la leyenda hispanoamericana, se le llama salamanca a un lugar secreto y subterráneo donde brujas y demonios realizan aquelarres para planificar sus próximas acciones. Sólo puede entrar quien conoce la palabra que hace visible la cueva y, en su interior, el primerizo debe pasar por una serie de pruebas iniciáticas que consisten en combates con distintos seres mitológicos para, finalmente, poder acceder a la enseñanza de ciertas artes oscuras; tales como aprender el idioma de los animales, volar o manejar la voluntad de otros.

Esta historia desciende de la leyenda europea “La Cueva de Salamanca”, la cual habla de un enclave en la ciudad Salamanca, de España, donde supuestamente el Diablo impartiría clases de nigromancia (adivinación mediante los muertos). Actualmente se dice que esta cueva se encuentra en lo que fue la cripta de la Iglesia San Cebrián

De todos modos, los libros de historia oficial indican que la localidad de la Cuarta Región de nuestro país lleva su nombre a causa de Matilde Javiera Salamanca y Zabala, mujer que fue la propietaria de la hacienda donde, en 1884, se fundara la ciudad.

Pero las historias de brujas y magia negra son muy conocidas por las personas del sector. Muchos salamanquinos recomiendan que si se va a visitar la ciudad, se trate “amablemente” a todos, por si acaso. También, esta misteriosa fama se ha utilizado para generar turismo con eventos como “El Festival de las Brujas” que se celebra todos los años en febrero, con la participación de diversos artistas nacionales.

Por su parte, Talagante (comuna ubicada en la Región Metropolitana) significa en quechua “lazo del hechicero” y, a sabiendas o no de la etimología de la palabra, muchas personas relacionan esta ciudad con brujerías. El nombre también deriva de uno de los fundadores de la ciudad: el cacique Tala Canta Ilabe, a quien posteriormente los españoles denominaron simplemente Talagante.

De acuerdo a la publicación “ El diablo venía desde Peñaflor hasta Talagante en carretela muy elegante” (1978), de la antropóloga chilena María Eugenia Solari, “los orígenes de creencias y leyendas de Talagante como pueblo de brujos remontarían a la época en que los descendientes del encomendero Flores (brazo derecho de Tala Canta Ilabe) se vinculan por lazos matrimoniales con las familias Lisperguer y De los Ríos, perteneciendo a esta última, Catalina De los Ríos, la famosa Quintrala, que es considerada dentro de las creencias populares como una de las primeras brujas criollas”

Esta mujer,  además de realizar magia negra, torturaba hasta la muerte a sus esclavos. Tal como la historia familiar la condujo -su abuela y su madre fueron acusadas de al menos tres asesinatos cada una- se cuenta que tenía un pacto con el diablo, por el cual realizaba estos actos sanguinarios y despiadados.

Así, se cree que en Talagante se desarrollaron los brujos más potentes. Incluso se habla de que Pedro de Valdivia visitaba hechiceros de este lugar para que le realizaran mántica o adivinación del futuro.

Por último, se dice que Chiloé es zona mágica por excelencia. Su mitología guarda relatos y creencias que hasta hoy le otorgan un entorno místico, entre sus bosques y cielos oscuros. No es casual que en 1880, en el Juzgado de Ancud, se realizara el “proceso a los brujos de Chiloé”, por orden de la intendencia de la Isla. En esa ocasión, decenas de personas confesaron participar de la llamada Recta Provincia, una secta que existía para dañar o curar a otras personas mediante conjuros y tratos con el Diablo.

CONTRA LA RACIONALIDAD
Es interesante destacar que las tres ciudades que hemos mencionado, coexisten en un sincretismo cultural que viene tanto de Europa como de la América precolombina. En este sentido, tanto el nombre de Salamanca extraído de una leyenda española, como algunos mitos chilotes con raíces en el mapudungun -como el Invunche o el Caleuche-  demuestran que las creencias populares son propias de una cultura donde conviven distintas miradas del mundo.

En todo caso, la magia no ha sido siempre sinónimo de terror y angustia. Como en la mayoría de las creencias espirituales, la tensión entre el bien y el mal también está presente en el esoterismo. Por ejemplo, la figura mapuche de la machi o protectora, se debe diferenciar absolutamente de la kalku o persona que practica el mal, similar a lo que se entiende por bruja. Las machis combaten a las kalkus. A pesar de tener un poder similar, la machi representa el negchen (bien) y las kalkus, el weküfe (mal).

Para comprender de lo que se habla cuando nos referimos a “magia”, se debe partir por decir que, para que ésta adquiera sentido, es necesaria una cosmovisión de mundo y del ser humano diferente a la preponderante. Actualmente, el pensamiento que predomina es la racionalidad y todo lo que parezca alejado de ésta, resulta ser inverosímil o insignificante.

De esta manera, la importancia de todo este mundo mágico, radica quizás en la capacidad que cada uno tenga de comprender otras cosmovisiones que no estén relacionadas necesariamente con las creencias occidentalizadas.

Siguiendo los postulados de Carlos Pérez Soto-docente de epistemología y física en Universidad Arcis, Diego Portales y Universidad de Chile- debemos ampliar la forma de aprehender el mundo, ya que actualmente se “asume que la ciencia es saber” y nada más. De acuerdo a sus estudios, uno de los primeros métodos que utilizó la humanidad para entender el Universo fue la magia (seguido de los mitos, la fe y la razón), por lo que no estaría de más reflexionar más seguido al respecto.


Por Mijaíla Brkovic Leighton