lunes, 21 de enero de 2013

UNA REFLEXIÓN NORMAL...


¿QUÉ ES LO PARANORMAL?

Antes de intentar una definición de lo paranormal, conviene sentar algunas premisas referidas a su contraparte conceptual, es decir, lo normal.

Toda normalidad está referida a un mundo, siendo, por lo tanto, una noción relativa y compartida.

Un mundo es el resultado de la interacción de un colectivo psíquico con un entorno cultural dado. Así existen, por ejemplo, el mundo de las abejas, el mundo de los microbios y el mundo de los Yanomamis. En cada mundo existen normas culturalmente establecidas

En un mundo determinado pueden darse sucesos y conductas anormales, pero esto no tiene relación con lo paranormal. Lo anormal, además, rompe las normas, pero no es necesariamente disfuncional. La presencia de un fiscal de tráfico montando un camello en el centro de Nueva York, por ejemplo, sería algo anormal, pero podría funcionar.

Todo psiquismo representa un nivel de percepción, lo cual implica restricciones que limitan la aprhensión de realidad. Estas restricciones perceptuales se deben a que nuestros sentidos, y los sentidos de cada especie, no pueden captar toda la gama de estímulos que envía el entorno objetivo. Este enfoque amplía la noción de normalidad, fundamentando, además, la definición de paranormal que deseamos precisar, ya que permite tratar el espacio como una matriz de realidades dimensionales.

La realidad también es una resultante interactiva, que podría ser compartida por diferentes colectivos en la medida de su impacto. Un pájaro con una ala rota podría sentir temor ante la presencia de un gato, pero si un elefante entra en escena no sentirá temor alguno; empero si se presenta un gran fuego los tres huirán. Todo esto es posible mientras el colectivo comparta las mismas restricciones perceptuales.

Lo perceptual, es decir, lo fenoménico, todo aquello que logra impresonar nuestro aparato perceptor (los sentidos), implica, en conjunto, la percepción del espacio, es decir, su dimensionalidad. La abeja muere tratando de atravesar el cristal, (1) debido a que es atraida por la luz que ella puede percibir al otro lado del mismo y (2) porque su restricción, en lo que respecta al sentido espacial que ella posee, no le permite darse cuenta de que volando en una dirección distinta a las dos que determinan la dimensionalidad del plano que la ataja, podría evitar el obstáculo. Un ser humano se devolvería de inmediato porque su sentido espacial abarca tres dimensiones.

Lo objetivo es algo interpretable que existe fuera de la conciencia del sujeto. A diferencia de la realidad, lo real sería, dentro de la coherencia del presente enfoque, lo objetivo no-interpretable.

Algunos místicos como Pedro Ouspensky han hablado de "conciencia objetiva" para referirse a uno de los grados más altos de lo que los especialistas denominan "conciencia expandida", desde la cual sería posible, no sólo contemplar la realidad tal cual es, sino vivenciarla desde dentro (multidimensionalmente), es decir, ser uno con ella, pero desafortunadamente este no es el caso.

Lo normal –insistimos- podría entenderse, a manera de contraste con lo paranormal, como una serie de restricciones perceptuales compartidas por un colectivo, que bien puede ser una familia, un barrio, una ciudad, un país o el planeta entero.

Lo normal, además, forma parte de los llamados paradigmas, que son una especie de modelo generalizado para entender la realidad, "la forma como percibimos el mundo", según Adam Smith, quien afirma también que el augusto paradigma dentro del cual vivimos es básicamente racional y científico: sólo aquello que es susceptible de ser repetido por otros hombres de ciencia, sólo aquello que es mensurable, puede convertirse en "verdad". Cualquier cosa que rompa el paradigma francamente nos incomoda... Mientras este paradigma persista el colectivo no podría investigar lo paranormal, principalmente porque estos fenómenos no están bajo su control, no son repetibles, requiriéndose una metodología especial.

De lo dicho puede colegirse fácilmente que la normalidad dentro de un mundo dado, cualquier mundo, no es toda la realidad, pues lo real es infinito, como el universo. Un mundo representa un subconjunto muy pequeño dentro del universo de mundos, pero todos los mundos posibles, incluyendo los correspondientes a realidades alternas, son tan sólo una parte de ese Gran Todo que es lo real.

Dentro de este orden de ideas lo paranormal podría ser una perturbación o una intercepción de realidades, como lo sugirió alguna vez el astrofísico Dr. Allen Hynek. Si alguien toma una hormiga con una pinza y la coloca dos metros más allá, la hormiga, asumiendo que perciba el desplazamiento, no podría entender lo sucedido, simplemente porque para ella es algo paranormal. 

Cualquier manifestación o percepción que no esté codificada dentro del paradigma es de hecho paranormal y, por lo tanto, incómoda. Charles Fort se ocupó de clasificar algunas de estas manifestaciones y las denominó "hechos malditos", pero el amigo Fort, es bueno decirlo, exageró un poco. Francamente hablando, nos parece que el extrañarse ante esas percepciones singulares que suelen impresionarnos alguna vez en la vida, o temerlas, no deja de indicar subdesarrollo conscientivo, es decir, sueño de la conciencia, razón por la cual ampliar la conciencia, expandirla, desarrollarla, debe ser una meta para todo buscador de la verdad.

Si consideramos en profundidad la tesis aquí planteada, podría afirmarse, entonces, que lo paranormal es lo normal en el universo.

El estudio de lo paranormal exige una mente verdaderamente científica, es decir, abierta, desprejuiciada, dialéctica...

Miguel Paz Bonells


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