jueves, 23 de diciembre de 2010

EL MITO DE LA LLORONA


¿QUE ORIGEN TIENE?
Por Andrés Barros Pérez-Cotapos

Uno de los mitos más extendidos en nuestro continente es el de La Llorona. Leyenda que se comenta en todas las latitudes, a pesar de que los mexicanos la ubican en su tierra. La versión, según ellos, sería exclusivamente mexicana. Mi apreciación es diferente, pero de todos modos veamos en qué se funda la idea de la tierra de los mariachis, a pesar de que el mito se expande en todo país sudamericano y montañoso.

La primera versión es muy complicada y se atribuye a la fusión de tres dioses aztecas. Mucho más comprensible y racional es la segunda, que se remonta al año 1550, durante la dominación española en nuestras tierras.

Una hermosa campesina mexicana se transforma en la querida de un noble español, don Nuño de Montes, un caballero de ilustre cuna. Pero sucede algo muy terrenal. El hispano, en una actitud "muy varonil", se compromete con una dama de su alcurnia y rechaza a Luisa, que ya tenía tres hijos de su amante. La mujer se desespera, ya que amaba profundamente a Don Nuño, y en un rapto de locura asesina a los niños. Pero reacciona, muy tardíamente, y corre por las calles de Ciudad de México llorando su desventura. Recién en este momento se da cuenta Don Nuño de su brutal reacción y a su vez, desesperado ante la muerte de sus hijos, se suicida.

El juicio a Luisa es muy rápido y se da el caso de que es ajusticiada el mismo día que se enterraba a Don Nuño. El fantasma de Luisa es llamado "La Llorona", ya que se presenta como una sombra quejumbrosa que llora desconsoladamente. Así reza el inicio de la leyenda que según los mexicanos recorre toda América.

Mi versión discrepante nace de mi juventud, en que recorría montañas y Los Andes a caballo. Era la época de estudiante universitario. Dormía en la montaña, ya que me sentía muy atraído por ellas. Y en más de una oportunidad me sorprendió el mal tiempo. El viento inclemente silbaba sin piedad. Y en ese silbar penetraba las rocas y valles. Entonces retumbaba un quejido igual que el llanto de una mujer que invadía los rincones.

Inicialmente me sentía comprometido y pensaba en el llanto de La Llorona y la buscaba por todos los sectores inimaginables. Y jamás descubría nada, sin embargo, el llanto seguía. Fue entonces, en esos momentos cruciales, cuando me entró el convencimiento de que era la imaginación del viviente el que atribuía esto a una mujer y no al viento inclemente. Además, me resultaba muy difícil de aceptar que un mito que nace en México se propague a los países andinos y que tanto Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y quizás cuántos más, sean sus cajas de resonancia.

¿Cómo es posible que el llanto de doña Luisa sea igualmente interpretado
como tal en países tan distantes?

Evidentemente, me cuesta tragar esta píldora. Por lo demás, a quienes he contado mi versión la encuentran muy aceptable. Si yo he escuchado el viento silbar sobre las rocas, ¿por qué he de aceptar esta otra versión mexicana?

Esta es mi simple versión de los hechos y no trato de convencer a nadie. Soy demasiado respetuoso del intelecto humano. Sólo relato mi apreciación de mis correrías andinas y montañosas y que sirven de razón de peso para fundamentar mi hipótesis. Por el momento, no encuentro otra que la desbanque o la contraste.
Insisto, no soy autoritario y no es mi afán hacer una realidad impositiva. Sólo trato de fundamentar una razón desde mi cosmovisión. Esto es lo que yo he sentido y mis razones ya han sido expuestas.

No niego que todo mito parte de un hecho cierto que se deforma en la medida que se cuenta, ya que cada narrador le coloca algo de su cosecha y nuestra América morena está llena de mitos y leyendas. Pero es nuestro deber conocer el origen y, si se trata de algo dubitativo, debemos tratar de corregirlo.




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