EL NIÑO MEXICANO QUE HACE MILAGROS 84 AÑOS DESPUÉS DE SU MUERTE
Murió a los 10 meses en Acapulco y la
gente cree ciegamente que hace milagros. Su tumba está plagada de osos, pelotas
y muñecos
Decenas
de muñecos, peluches y pelotas, entre otros juguetes, se amontonan sobre la
tumba de Raúl González, conocido popularmente como Raulito, un niño mexicano
que murió a los diez meses y a los que los habitantes de Acapulco acuden con fe
para que les ayude a cumplir sus peticiones.
En
el Panteón San Francisco, Raulito, fallecido el 2 de febrero de 1933, está
enterrado junto a su hermano Elivier, quien murió cinco meses después.
La
tumba del "niño milagroso" permaneció durante mucho tiempo en el
olvido hasta hace aproximadamente 18 años, cuando empezó a ser un referente
para los habitantes del lugar.
"Ya le he pedido al niño y todo lo que le
he pedido me lo ha concedido y le sigo pidiendo", dice Francisca Jaime
Camacho, una señora de 80 años con cabello canoso y muchas arrugas en su rostro
que piensa que a lo mejor, de tanto pedirle, el pequeño "a lo mejor se
enfada".
Por
eso "hay que llevársela con calma", afirma Francisca, quien cuenta
que no le lleva veladoras porque lo que Raulito quiere son "juguetes,
carritos y sonajas".
Según
cuenta la creencia popular, la fama del niño comenzó cuando, hace casi dos
décadas, llegó al panteón una mujer de la Sierra de Atoyac. Estaba llorando y
llevaba en brazos a su hija de cuatro años, quien estaba al borde de la muerte.
La
mujer le pidió a Susana Curiel, administradora del panteón desde hace más de 23
años, que le dijera dónde podía encontrar la tumba de un niño que estuviera en
el abandono por sus familiares. La administradora señaló el sepulcro de
Raulito, muy próximo a la entrada.
Durante
más de una hora, la señora, de rodillas, pidió por la salud de su hija, de
quien los doctores habían dicho que no pasaría de ese día, ya que estaba muy
débil por los dos infartos que le habían dado.
Cuando
terminó sus rezos, la mujer siguió su camino, sin olvidar la promesa que hizo
en la tumba de Raulito: si salvaba a su hija ella regresaría a dar las gracias.
Algo
para lo que no tuvo que esperar mucho, ya que mes y medio después volvió al
panteón con la pequeña caminando, así como con dulces, juguetes y arreglos
florales para expresar su agradecimiento al niño.
"Cada
juguete que ustedes ven aquí, uno o dos juguetes son de cada persona que viene
a pedirle", comenta la señora Susana.
El
panteón que administra estaba abandonado, pero ahora "10, 15 y hasta 20
personas" llegan diariamente desde los pueblos del sureño estado de
Guerrero para verlo y hacer sus peticiones.
Hasta
la tumba de Raulito, que ha sido techada, se acercan personas como Anselmo
Venegas, que con mucha fe y devoción relata lo que le ha pedido al niño:
"Que me conceda trabajo, que tenga yo ánimo para trabajar, y pues
esperemos que se haga lo que yo le estoy pidiendo".
Explica
que trabaja en la construcción y que es la primera vez que visita el lugar,
aunque promete que seguirá "visitando cada vez más seguido" al niño,
y le ofrecerá "regalitos sencillos al alcance del bolsillo".
Ante
el creciente número de seguidores de Raulito, el párroco Pedro Rumbo asegura
que "los milagros no se pueden negar, porque siempre ha habido
milagros", y la Biblia está llena de ellos.
"Cuando
uno pide con fe y devoción y Dios le ayuda eso es muy bueno; hay que pedirle a
Dios con fe y devoción no solo milagros, también favores menores", defiende
el párroco de Acapulco, quien remarca que "en tiempos de inseguridad e
incertidumbre" hay que recurrir a la religión.
Todos
los juguetes recabados durante el año en la tumba son después regalados a los
niños más necesitados, ya que Susana considera que dejándolos ahí se echarían a
perder, y a Raulito le gustaría que otros niños también fueran felices.
Agencias