LA PLAZA DE SAN MARTÍN, EL LUGAR DONDE QUEVEDO MATÓ A UN HOMBRE POR PEGAR A
UNA MUJER
Detallan los escritos, propios y ajenos, que Francisco de
Quevedo (Madrid, 1580) dominó a partes iguales la pluma y la espada, tan ácidas
y afiladas como su propia lengua. Lo dicho, en efecto, no es ninguna novedad,
como tampoco lo es que, desde estas líneas, se destaque el carácter pendenciero
del autor. Y aunque este texto apoya esta tésis, lo cierto es que el desarrollo
de la historia remite a otra de sus definiciones personales: su reconocida
devoción cristiana y su comportamiento galán ante las mujeres; aunque no
necesariamente en ese orden.
Fue el Jueves Santo de 1611 cuando Quevedo, que rezaba en la
próxima parroquia de San Ginés (aunque no se sabe a ciencia cierta dónde se
encontraba), contempló cómo un asistente a los oficios daba una bofetada a una
dama que también se estaba allí. Quizá por la indiferencia generalizada entre
el resto de asistentes en el templo, el genial escritor se implicó
inmediatamente en el suceso, inicialmente con palabras y después con algo más,
acaso preso de la situación. Altivo, primero sacó al agresor a la calle, no se
sabe si a golpes o a improperios. Después, sea como fuere, y ya en el exterior,
intercambiaron insultos mientras la riña subía de tono.
Una placa municipal documenta la disputa, iniciada en una parroquia cercana
Ya en la plaza de San Martín, con un tono que sólo llevaba
un camino, el escritor y su contrincante elevaron un escalón la disputa. De
sobra es sabido que, en aquel Madrid del Siglo de Oro, las discusiones sólo se
zanjaban de un modo, por dramático que fuese. Así, sabedor Quevedo de los
códigos de la Villa, asestó al agresor una punzada mortal con su florete. La
prueba de este lance, siglos después, es una placa municipal, situada junto a
la que identifica la plaza. «En esta plaza hirió mortalmente Francisco de
Quevedo a un caballero el Jueves Santo de 1611 en defensa de una dama».
ABC
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