martes, 29 de noviembre de 2016

LA FE BAHÁ'Í PORTEÑA

SER UNO MÁS ENTRE LOS BAHÁ'Í: ¿EL PUNTO DE INFLEXIÓN DE LOS SIN FE?

Acompáñenos en un recorrido al interior de una de las religiones más nuevas del planeta. Y a una celebración de sus creyentes en Valparaíso. Porque si ya lo probó todo y nada lo convence, quizás ésta pueda ser su última oportunidad.

Foto: Bahaullah

Aló. "¿Realmente te gustaría conocer la Oración por dentro?" Al otro lado de la línea -tras mi interés-, uno de sus feligreses clave en la V Región, Hamid Dehghan-Manshadi, ingeniero iraní con años en el país, persuade. Y yo a lo mío: medirme a una de las religiones más desconocidas del Planeta, la Bahá'í.

Pero en él, su pausado timbre vocal llama al sosiego. Sin más, la invitación de Hamid, quien maneja una imprenta en avenida Colón, que salió de la antigua Persia a los 19 años para servir a su fe y que tiene cinco hijos -todos bahá'í-, está cursada.

Hasta hace poco, desconocía la existencia a fondo de esta doctrina. También la trascendencia de sus templos. Con estos alicientes y la presencia en Chile del último de ellos, decido empaparme del bálsamo espiritual. También conocer en persona a sus fieles.

Hablamos de una fe que acaba de inaugurar un apoteósico templo -el octavo en el Mundo-, el mismo que parece flotar a unos 30 metros por encima del suelo en plena precordillera capitalina, en el sector de Peñalolén.

Un lugar cargado a las vibras que deslumbra con sus nueve alas monumentales de vidrio que enmarcan un espacio para que todos sean bienvenidos a orar. Un lugar que sólo el domingo antepasado registró a más de 4 mil curiosos que ingresaron por alguno de sus nueve intervalos. Porque el nueve en los bahá'í significa unidad, belleza y perfección.

Lejos de aquel domo cuya luz es capturada desde su cúpula por paredes de mármol traslúcido al reflejo de una mega fuente -que vimos en terreno- hoy estamos en Valparaíso.

Desde adentro

Miércoles 2 de noviembre. Pasadas las 18:00, el amplio salón en el club Alemán porteño en Salvador Donoso congrega a una multitud de bahá'ís de la zona que bordea las 50 personas. Todas ávidas de regocijo. Y de paz. Aquí nadie está por sobre el otro. Nadie porta etiqueta o distintivo. Igualdad, aducen.

De entrada, los abrazos ablandan el camino. Algo similar a lo percibido hace unas semanas en aquella esfera capitalina de silencio levantada para la reflexión. La misma que permite respirar calma. Y tal vez empezar a creer.

La fe Bahá'í tiene una teoría envolvente. En realidad, la mayoría de las religiones tienen teorías atractivas si no se cuestiona la iluminación de los que dicen haber sido iluminados. En este caso, afirman que todos los profetas conocidos a lo largo de la historia, desde Moisés a Buda o Jesús, todos son la misma persona. Todos son la representación de Dios en distintos momentos de la Humanidad.

Y el último de ellos es Baháu'lláh (Gloria a Dios). Algunos ortodoxos deben alucinar con esta afirmación, pero los bahá'ís se muestran tranquilos. Colaboran con el Consejo de Naciones Unidas, con la Unicef, y a no extrañarse si en tu comunidad: tienen vocación de servicio.

Los bahá'ís son recatados. Estadísticamente, cuesta encontrarlos, a no mediar de una medallita al cuello. El Islam anota 1.500 millones de fervientes. El cristianismo cuenta con 1.300 millones de creyentes. De todos modos, de los seis millones de bahá'ís repartidos por el globo (y que en Chile representan ya seis mil), hay uno que puede escenificar estos ideales.

Se trata de Sergio Aparicio, quien a sus impecables 89 años, viene de Viña y luce frente a mí tan lúcido como su manual al habla. Tiene dos hijos.

La primera vez que don Sergio escuchó el llamado fue entre los "cowboys sureños" (como llama a los huasos a espuela) y al calor de una cocina a leña en su Temuco natal. Allí proyectaba en su mente un rascacielos de diseño poco ortodoxo que emergía de una revista que cayó a sus manos: no era más que el templo Bahá'í de Wilmette, cerca de Chicago, en Estados Unidos, uno de los tres que hay en América (el otro está en Panamá).

Paréntesis. Los restantes templos están en Alemania, Australia, India, Samoa Oriental y Uganda. El santuario en la ciudad de Haifa, en Israel, se debe peregrinar al menos una vez en la vida. Y es allí, en su centro mundial, en donde se financia esta fe a través de los fondos internacionales bahá'ís que contribuyen -y redistribuyen- a través de las donaciones, todas anónimas.

De vuelta, don Sergio -quien peregrinó dos veces a Israel- comprendió que aquel discurso contemporáneo, el '¡Dios, Uno es!' de la revista, resumía la esencia de todo. El ADN del ser bahá'í: la unidad de la Humanidad, la ciencia e investigación libre de la verdad, paz universal por un gobierno mundial, abandonar prejuicios y supersticiones, igualdad de derechos y oportunidades entre las mujeres y los hombres, educación universal obligatoria, abolición de los extremos de pobreza y riqueza, un idioma universal, y el fundamento de que todas las religiones son sólo una.

"Los nueve lados representan cada una de las iglesias universales. Entonces, por cualquier puerta que uno ingrese, al final, se encuentra con un solo salón… o sea, un solo Dios. Eso, más el simbolismo de la unidad, fue lo que me cautivó", ratifica don Sergio, a pesar que viene saliendo de una pena: su esposa noruega (también Bahá'í) con 59 años de matrimonio, falleció.

Sergio Aparicio estuvo en el Congreso Mundial Bahá'í, en Nueva York, en 1992, con 30 mil feligreses reunidos para el centenario del fallecimiento del profeta Baha'ú'llah. También es el último miembro de la Primera Asamblea Nacional de Mujer Bahá'í de Chile que, a propósito, tuvo a la norteamericana Marta Root en 1919 como pionera en introducir el "bahaismo" al país.

Para Aparicio, su fe se resume en servir al próximo y amor a Dios. Su madre, Rosa Caro, fue miembro de la Primera Asamblea Espiritual Bahá'í de Valparaíso, en la década del '50 y la tercera de Chile (antes las hubo en Santiago y Punta Arenas).

A su lado, se acerca Hamid Dehghan-Manshadi, mi contacto. "Cada ser humano debe vivir la religión y su vida en un equilibrio", añade quien naciera en Teherán y hoy lleva 25 años en Valparaíso. "Aquí nadie te impone, uno decide. Trabajamos la fe en base a metas", complementa Hamid con la seguridad de que la vida de servicio es superior a todo.

En la V Región hay movimiento Bahá'í. En promedio, fluctúa entre 300 y 500 miembros, de acuerdo a Hamid, pero para él, "esta fe no tiene proselitismo y tampoco le interesa ganar adeptos; solo contar con gente que se apegue a nuestro nuevo modelo de civilización. Es un capítulo más de la religión de Dios, que es uno solo, al igual que la religión".

Concepción Vega me desliza sus manos de porcelana. Lleva 60 años como Bahá'í, "el tiempo justo", dice. Es de Valpo pero vive en Quilpué. Cuenta que ha hecho mucha labor de servicio, incluso en comunidades indígenas.

La fe bahá'í entre sus creyentes, a primeras, se muestra transparente, como la mirada que me clava la señora Victoria, de Barón. "Aquí son todos bienvenidos", me reitera en dicha ocasión. Misma sintonía que se repite con todos quienes, amistosamente, se acercan para saludar. Hacerme uno más. Tal vez hasta convencerme.

La ceremonia durará cerca de una hora, y en ella, se celebrará el natalicio de Baha'ú'llah (en 1817), quien encadenado en aguas fecales vio la revelación: creyó ser el profeta. De allí al exilio donde fundó el Bahá'ísmo y su libro de revelaciones. Un día antes, conmemoraron en Viña el natalicio del antecesor, el Báb (La Puerta): generó una nueva religión (Babismo, del Islam).

En corto, tras tomar ubicación en una corrida de sillas, se da la bienvenida. No hay ritos. Luego, se suceden oraciones. A continuación, se pasa a un asunto devocional (hay música celestial de fondo) para cerrar con reflexiones. Al final, el ameno y contundente refrigerio.

Rezos Al noreste

Pero es en las oraciones donde nutren la fe. Sus prédicas van en dirección al noreste donde está la tumba del profeta Baha'ú'llah, en Tierra Santa. Mientras todos están en pie con la cabeza agachada, nueve personas, entre mujeres y hombres de diversas edades, leerán salmos. Alguna cantará. El mensaje es claro: proclaman igualdad, unidad y respeto entre distintos cultos y distintas razas.

Cualquiera puede animarse a liderar la ceremonia. Pero es uno, Mo'in, hijo de Hamid, quien toma la palabra delante de todos. También maneja el power point; con la imagen en pantalla narra la historia de su religión, el profeta y misión como comunidad por el orbe. Su relato conmueve. Mucho.

A mi lado, en primera fila para no perder detalle, está Víctor Herrero, académico, de Santa Inés, casado y con dos hijos. Me susurra que en Punta Arenas un gringo con un panel que decía 'Un solo Dios, una sola Humanidad', captó su atención. "Yo era católico. Hoy soy Bahá'í".

Roxana Aedo es de Valparaíso. Joven profesora de inglés, es Bahá'í de nacimiento por sus padres. "La comunidad Bahá'í de Viña y Valpo son en su mayoría adultos mayores. En Santiago se agrupan los más jóvenes: ellos allí sirven en el templo capitalino".

Aedo cuenta que en la zona se reúnen en sus propias casas o en sedes sociales. La idea es compartir, sin ritos. Esas reuniones se denominan "fiestas de 19 días". Se realizan una vez al mes (cada 19 días). También cuentan con reuniones devocionales en lugares públicos, como en el Club Alemán de Valparaíso, jueves, a las 20 horas.

Ahora es turno de la cena. Los manjares al bocado tipo bufet permite hincarle el diente al tema más allá de lo religioso.

Definitivamente es una atractiva alternativa.

Guillermo Ávila N. - La Estrella de Valparaíso




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