Cada
vez es más común ver drones en el cielo. Incluso, en eventos como el festejo de
la obtención de la Copa América Centenario hubo de estas naves aéreas no
tripuladas captando la celebración de los hinchas. También son utilizados por
la prensa, la minería y las Fuerzas Armadas. Pero no sólo eso: ya hay chilenos
que fabrican estos aparatos.
Es el
caso del ingeniero Rodrigo Asenjo, quien trabaja en la Universidad de Chile con
tres estudiantes en la creación de una nave que se podría utilizar en la
minería: "Es un drone de dos motores que está protegido por una carcasa y
que puede volar en cualquier ambiente sin correr el riesgo de caer".
La
idea de este proyecto es que el drone recorra los rincones más ocultos de las
minas y, luego de eso, se decida mandar o no a los trabajadores a extraer
minerales en esos sectores. "Así se evitarían derrumbes con personas
dentro de la mina, que queden atrapadas o que, derechamente, puedan
morir", añadió el experto.
Drone
significa en inglés zumbido y también zángano, que es el nombre que se da a las
abejas macho. Probablemente por el ruido que hacen, y quizás también por el
aspecto de bichos que pueden tener desde el aire, es que se conoce de esta
forma a esta tecnología. En el mercado se estima que hay más de mil drones de
uso civil en el país y que estos podrían llegar a 10 mil hacía 2018.
Los
drones van desde los Phantom 3, que pesan 1,2 kilos y nuevos pueden costar $600
mil, hasta drones de varios kilos y que cuestan millones.
El
que crearon en la Universidad de Chile "tiene 60 centímetros de diámetro.
Usa una pequeña computadora, realiza un mapa del lugar y ahora le estamos
integrando la cámara", señala Asenjo, quien creó su primer avión, que
logró volar, a los 14 años, "leyendo revistas y experimentando".
Drones
camuflados
En
abril de 2005, la Dirección General de Aeronáutica Civil (Dgac) presentó la
primera normativa latinoamericana para regular quiénes pilotan los drones y
dónde estos pueden volar. La bautizaron DAN 151.
Éste
es uno de los capítulos más recientes para una tecnología que tuvo sus orígenes
en el ámbito militar y que hoy está presente en las tres ramas de las Fuerzas
Armadas de Chile. A diferencia, eso sí, de las películas, en que estos aparatos
pueden bombardear pueblos y destruir objetivos, en el caso chileno se trata de
equipos de observación y reconocimiento.
Mientras
en la Armada cuentan con drones de fabricación chilena, impulsados a hélice,
llamados Mantarraya; en el Ejército tienen mini drones israelíes y, además, han
trabajado para desarrollar prototipos de fabricación nacional.
Pero
el construido por los estudiantes de la Chile no es la única nave no tripulada
que hay en nuestro país. También está el llamado Chercan, que es utilizado por la
misión chilena en Haití. Éste fue fabricado por la empresa Sisdef, ligada al
sector Defensa, que está camino a Concón, en la Quinta Región.
Drones
universitarios
En la
Universidad de Santiago también están utilizando un drone importado para hacer
una investigación sobre la contaminación. "Lo hacemos volar y, cuando está
en altura, aspira aire y lo analiza. Así podemos saber cuánta contaminación hay
en Santiago", señala el profesor a cargo del proyecto, Ernesto Gramsch.
A eso
se suma que Chile ya tuvo su primera carrera de drones, en enero, la que
despegó desde la Universidad Federico Santa María, en Valparaíso. En la misma
institución estudió y trabaja Cecil Acevedo, ingeniero civil electrónico que
tiene una empresa, HardDrones, que se dedica al análisis de cultivos y conteo
de plantas en la agricultura. Además investigan la turbiedad del agua y la
identificación de cardúmenes.
"Al comienzo hicimos dos
drones, que usamos para hacer mapas. Cada uno de ellos sacaba 80 o 100 fotos y
de ahí hacíamos los mapas de parcelas o cultivos", indicó Acevedo. Añadió
que, pese a esta experiencia, actualmente compran drones, porque se dieron
cuenta de que "en el mercado estaban los que necesitábamos. Es por un tema
de rapidez, para desarrollar los proyectos", recalcó. Pero la carrera
sigue abierta.
El Lider
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