Levantado por el rey Felipe V en 1735 sobre el
incendiado Alcázar de Madrid, nueve siglos atrás fue una fortaleza del emir
Muhammad I de Córdoba
Cuenta la leyenda más ilusoria de Madrid que los fantasmas son
al Palacio Real lo mismo que su fastuosidad. Intramuros, desde el momento mismo
de su edificación, así como en el terreno sobre el que se levanta, la presencia de los espectros
ha acompañado a habitantes y trabajadores en una perpetua historia de terror, desmentidos y exorcismos.
Todavía hoy, casi trescientos años después de su
construcción, esta crónica fantástica y oficiosa acompaña a la que
sus muros, tesoros y ornamentos proyectan.
La explicación de esta superstición obedece al origen más remoto
del suelo sobre el que se asienta, allá por el siglo IX. Fue entonces, en un
Madrid que era Mayrit, cuando el emir de Córdoba Muhammad I levantó la ciudad.
Además de ordenar la construcción de una gran muralla
periférica, aún en pie en algunos puntos, quiso añadir una enorme fortaleza
para avistar los posibles ataques de la cristiandad. Su propósito arredró al
enemigo hasta el año 1085, cuando el rey Alfonso VI de Castilla penetró en Madrid, haciendo inertes tanto el muro
como la fortaleza. Una vez iniciadas las posteriores edificaciones, los
fantasmas salieron al encuentro, según algunos escritos.
LLAMAS Y GOZO EN EL ALCÁZAR
Primero, en la construcción del Alcázar de Madrid, dando pábulo a la
histórica creencia de que en dicho lugar habitaban duendes, brujas y criaturas
desconocidas. No fueron ellos, sino supuestos moros resucitados los que
aterrorizaron a los obreros que lo levantaron. Con el incendio de 1734, que lo redujo a
la nada junto a innumerables obras de arte, el miedo se multiplicó.
Más allá de las llamas, se aseguró entonces que gritos de lamento y
satisfacción acompañaron al fuego; incluso con acento musulmán. Las gentes de Mayrit,
masacradas años atrás, consumaron supuestamente su venganza.
Sin embargo, las presencias ocultas no abandonaron la zona.
Durante la construcción del Palacio Real, ánimo megalómano
del rey Felipe V, varios trabajadores juraron haber visto sombras tratando de
superar los muros ya erigidos. Incluso ante la Santa Inquisición, el mismo
capataz dio cuenta de ello y de que un compañero había caido desde una escalera empujado
por los fantasmas, considerados nuevamente musulmanes y último reducto de Mayrit.
El monarca, harto de tales testimonios, ordenó exorcizar el palacio; aunque muchos de los
trabajadores no lo creyeron suficiente y abandonaron la obra. (ABC)
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