UNA CASONA CON HISTORIA
En el corazón de Antofagasta se levantó a
comienzos de siglo XIX una casona que se convirtió en ícono de la ciudad. Pasó
por diferentes dueños, pero tres almas decidieron quedarse ahí para siempre.
Luis Camus fue uno de los primeros empresarios mineros de
Antofagasta. Su imperio comenzó a expandirse con facilidad por los lugares
aledaños, con ello llegó el dinero y el anhelo de afincarse para siempre en esa
zona.
Así, escogió la esquina de Avenida Argentina, Bolívar y
José Santos Ossa para levantar su fortín. Una vistosa casa de tres pisos que
tempranamente quedó sola. Camus falleció en un grave accidente dejando sola a
su viuda, Carlota.
Para ayudarse a superar la pena, la mujer trajo a vivir
con ella a un sobrino. El niño, afectado por una extraña enfermedad, estaba
siempre en el hogar. Su única vía de escape era tocar un viejo violín que se
escuchaba en toda la cuadra. Día y noche, el joven mitigaba parte del dolor que
vivía la viuda de Camus, hasta que un día los acordes se apagaron para siempre.
O al menos, eso parecía.
La muerte del niño enlutó nuevamente a la casa. Al poco
tiempo falleció la señora Carlota, dejando el lugar a su suerte, ya que los
Camus nunca tuvieron hijos.
Un doctor se hizo cargo de la casa, instalando ahí su
consulta médica.
Fue en esos años cuando comenzaron los hechos
paranormales. De la nada se oía la melodía de un violín bajando por las
escaleras. Los vecinos fueron los primeros en alertarse por los acordes que
emergían desde la casa. Rápidamente creció el rumor de que el espíritu del niño
aún habitaba la casa.
Con el paso de los años la residencia cambió muchas veces
de dueño. También lo hizo de rubro. Fue utilizada como salón de baile por los
burgueses de Antofagasta, también se utilizó como un lugar clandestino para el
juego, pero adquirió popularidad cuando se convirtió en una casa de remolienda
en los 60.
“El Castillito” era el sitio en donde todos iban a
olvidar las penas. Fiestas, jarana y furtivos amoríos eran en ocasiones
interrumpidos por el sonido de un solitario violín que acompañaba los festejos.
Y mientras los habituales aseguraban que no se asustaban por las inexplicables
melodías, algunas mujeres expresaban todo su miedo cuando el niño comenzaba su
recital.
Pese a todo, la desgracia continúo rondando el hogar. Una
cortesana fue asesinada salvajemente por un cliente, quien dejó el cuerpo
escondido entre las piezas para no ser descubierto.
Desde día el sobrino de Camus ya no estaba solo como
custodio de la casa. El espíritu de la mujer se quedó para encontrar la paz que
le fue arrebatada.
Con el cierre del prostíbulo, el sitio volvió al abandono
por algunos años. Eso hasta que miembros del Partido Comunista utilizaron las
instalaciones como centro de reuniones para luchar contra la Dictadura.
La historia…
Se dice que en esos años hubo otra muerte en la casona.
Agentes de seguridad del gobierno habrían asesinado a uno de los opositores.
A la música del violín se sumaron presencias misteriosas
que merodeaban por distintos sectores de la casa. Luces y sonidos que hacían
retumbar cada habitación fueron la tónica durante el siguiente período de
abandono.
Todo hasta que un grupo de arquitectos se enamoró del
entorno y adquirió la casa. Refaccionaron el lugar para que volviera a ser
admirado por la comunidad, pero los fantasmas no se fueron… y comenzaron a
convivir con ellos. Los profesionales aseguran que en ocasiones han escuchado
las extrañas presencias, pero eso estuvo lejos de espantarlos.
El triste violín continúa sonando, mientras las otras dos
almas que perdieron la vida en el lugar buscan la paz. Así habitan todos en
este trozo de historia antofagastina digna de admirar.
Autor: Luis Escares Villa
La Cuarta
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