DAGOBERTO GODOY PIONERO DE LA AVIACIÓN CHILENA
Se trató del aeroplano británico Bristol
M.1 C piloteado por el teniente chileno Dagoberto Godoy, quien sobrevoló los
macizos de Los Andes. Una hazaña que hasta hoy es motivo de asombro, tenacidad
y legado.
Los primeros rayos solares aún no
despuntan, pero el cielo estrellado propio del final de la primavera abriga
expectativa. Son las 05 horas del 12 de diciembre de 1918 y el teniente aviador
chileno Dagoberto Godoy Fuentealba está a instantes de lanzarse en una insólita
y pionera gesta.
Se trata de un año que recuerda en
nuestro país, por ejemplo, la creación del código sanitario que establece la
protección de la salud en toda la nación. También la llamada Guerra de Chile
Chico, aquel enfrentamiento armado entre pobladores che de la ribera sur del
lago General Carrera y policías criollos. Y además el devastador terremoto de
8.2 grados en la escala de Ritcher en Copiapó.
Para ese entonces, en 1918, el oriundo
de Temuco contaba con 25 años de edad. Hurgando en la historia de este
personaje (y el monoplano inglés) de la mano de fuentes como MCN Biografías y
el Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio, damos cuenta que, tras un pasado
donde Dagoberto Godoy queda huérfano a los dos años de edad, sus tías maternas
Petronila y Tránsito Fuentealba asumen su crianza. Y con ello, más adelante, un
deseo frustrado de ellas: que Dagoberto optara por la carrera sacerdotal...
nada más lejano a su vocación.
Ya con la pista despejada, Godoy
aterriza en la Escuela Militar a los 21 años; luego, decide incorporarse al
servicio de aviación. Para ello obtuvo las licencias de aviador y piloto
militar. Su devoción a las alturas y maniobras osadas fueron tal que se
aventuró en concursos internacionales organizados por el naciente Aéreo Club de
Chile.
Allí captaría atención gracias a su
talento como piloto. Eso lo llevó a quedarse con el premio Presidente de la
República en la prueba de aterrizaje a motor parado. Es más, en 1916 ratifica
sus habilidades sobre los novedosos aeroplanos, obteniendo el segundo premio en
la carrera Buenos Aires-Dársenas, en Argentina.
Aviones y Guerra
Mientras tanto, en el Viejo Continente
arreciaba la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Todo a raíz de un detonante
que ya arrastraba hostilidades: el asesinato del archiduque Francisco Fernando
de Austria, en Sarajevo.
Un conflicto en brutales trincheras que
cobró, por lo bajo, a diez millones de muertos. Por un lado, estaba la Triple
Alianza, formada por las potencias centrales de la época como el imperio Alemán
y Austria-Hungría, con los guiños iniciales de Italia. Por otro, la Triple
Entente integrada por el imperio Ruso, Francia y Reino Unido.
Justamente Inglaterra era una de las
naciones que proveía fuerte a la Alianza con armamento y maquinaria de punta
para aquellos tiempos. Y entre todos esos artefactos de batalla, una joya
confeccionada, en teoría, para ser encumbrada por los cielos teñidos de bombas
y proyectiles: el Bristol M.1(Bullet), un caza monoplano diseñado por Frank
Barnwell, cuyo fabricante fue la Bristol Aeroplane Company inglesa, en 1916.
Sin embargo, de ese avión existía una
variante, el M.1C (Tipo 20). De este modelo estándar se encargaron 125
ejemplares de serie, dotados de un motor Le Rhône de 110 cv. Además se situó la
ametralladora Vickers en la línea central del fuselaje, frente al piloto.
De esta forma, se cuenta que, pese a su
gran velocidad, el M1C fue visto con desconfianza por los pilotos ingleses, por
lo que finalmente no sirvió en primera línea del frente europeo durante las
hostilidades hacia el término de la I Guerra Mundial.
Así, ya con la lupa puesta en nuestro
país, Chile recibió una dotación de estos aviones (12 en total) a fines de 1918
como parte del material aéreo enviado en compensación por Gran Bretaña, al
haber empleado durante la guerra acorazados que nuestra patria construía en
astilleros británicos.
¡Por la hazaña!
De vuelta a la madrugada santiaguina del
12 de diciembre de 1918, minutos después de las 05 horas, Dagoberto Godoy se
subió al reciente monoplano Bristol M.1C de la Aeronáutica Militar chilena con
una misión a la interna: emprender el cruce del macizo andino por su parte más
alta, en un vuelo que desde 1913 varios chilenos y argentinos habían intentado,
pero sin éxito.
Godoy, de acuerdo a diversas fuentes,
contaba con los permisos y el apoyo necesarios para intentar la travesía, por
lo que cuando esa madrugada se acomodó dentro del frágil aeroplano Bristol
matrícula C-4988 de la Primera Compañía de Aviación, lo hizo contando con todo
el respaldo técnico y administrativo que el Servicio Aéreo del Ejército de esa
época podía proporcionarle.
El peligro y la adrenalina estaban a
flor de piel en Dagoberto Godoy por simples factores: la labor resultaba
incierta y la aeronave carecía de equipamiento integral para realizar semejante
proeza.
No obstante, los aviones Bristol
presentaban condiciones especiales para este vuelo, por la gran altitud que
podían alcanzar… superior a las 5 mil metros. Eso sí, se necesitaba estar
debidamente entrenado. Y el teniente Godoy lo estaba: su experiencia piloteando
los antiguos Bleriot IX -incluso por encima de los 6 mil metros- era carta.
En este contexto, el piloto fue
autorizado para efectuar la travesía de Los Andes por el jefe del Servicio
Aéreo del Ejército, Pedro Pablo Dartnell, quien le entregó su apoyo para tal
arriesgada misión.
Godoy despegó del aeródromo de El
Bosque, perdiéndose a la vista de los testigos cuando había alcanzado los tres
mil metros y volaba en dirección a la cordillera andina. Luego se dirigió a los
montes del Tupungato, pasó por Cristo Redentor y se internó en el valle de
Uspallata, volando cerca de la cima del Aconcagua.
Al avistar el río Mendoza y la ciudad
argentina, en cuya cancha de Tamarindos tenía previsto aterrizar, el asunto le
pintaba prometedor.
Pero, de acuerdo a recopilaciones de la
época, dicho viaje no estuvo libre de dificultades. También el cruce… esto tras
intentar posarse en la localidad de Lagunitas. Allí Godoy se estrella contra
una alambrada, destrozando gran parte de la aeronave con el saldo de
"inutilizada" para el vuelo de retorno. Si bien es cierto Godoy se
golpeó la frente con el tablero de instrumentos, pudo salir del Bristol.
Pese a todo, la hazaña estaba cumplida y
un chileno llamado Dagoberto Godoy Fuentealba se alzaba como el vencedor de las
Altas Cumbres de Los Andes. De paso, otro hito: concretar una antigua
aspiración de pilotos chilenos y argentinos, tanto civiles como militares.
El acontecimiento ha
sido motivo de reconocimiento. De hecho, en el calendario se considera al 12 de
diciembre como el Día de la Aeronáutica Nacional. Y así lo han expuesto
instituciones académicas.
Una de esas es la PUCV
con su Facultad de Ingeniería. Para ello, hace unas semanas montaron en la zona
una exposición con la estructura, que consiste en una réplica del Bristol M1-C
del Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio. El heroico acto motivó
palabras de reconocimiento por parte del general de la Brigada Aérea y director
general de Aeronáutica Civil, Víctor Villalobos Collao y la directora de la
Escuela de Ingeniería de Transporte, Cecilia Montt. Con ellos, otra reflexión:
la hazaña de Godoy resulta aún más increíble cuando se devela que el piloto
volaba ¡sin llevar oxígeno ni calefacción!.
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